lunes, 29 de junio de 2009

LLuvia

Hoy he visto llover por primera vez en dos semanas. Y las gotas todavía chorrean de mi pelo, estropeando el cuaderno.

Tras un par de horas nada fructíferas frente al ordenador, he mirado por la ventana y he visto el brillo de las luces en los charcos, el chapoteo de las gotas al ser recibidas, y una sonrisa ha cruzado mis labios. La echaba tanto de menos…

No es que no me guste el calor y el verano, pero necesitaba la lluvia para sentirme en casa, para recordar lo que era yo.

Me he asomado al balcón de una manera que incluso a la muerte le parecería desafiante, y tratando de que las gotas rozaran mi cara. Y no contento con eso, he cogido las llaves y he bajado descalzo, en pijama, a empaparme agusto, a notar el olor de la tierra mojada, y tambien su tacto.

A vivir, a recordar, a soñar. Lo echaba tanto de menos…

Como tantas otras cosas: Añoro las cosas como eran antes, cuando no era más complicado, pero sí mas claro. Tantas cosas parecen haber cambiado, aunque la imagen siga siendo la misma. ¿Por qué cualquier tiempo pasado parece siempre mejor?

Y es que tengo miedo. Es cierto, me asusta esto. El presente, el futuro, y la sensación de no poder hacer nada para cambiarlo. Sentir que hay cosas que pierdo, que se me escurren entre los dedos como las gotas de esta tormenta. Porque hay cosas que no entiendo, y nadie parece querer explicármelas. Porque las personas nos destruimos a nosotras mismas, sin dejar que nadie nos ayude, hasta que al final todo se pierde

Sentir, vivir, recordar, soñar, temer, recuperar.

Al menos la lluvia lavará mi cara para enfrentar el nuevo día.

jueves, 11 de junio de 2009

La silueta incógnita

El joven caminaba a grandes zancadas por aquel parque, esa fría noche de invierno. Detestaba el lugar, especialmente en esa época, cuando las deshojadas ramas despiadadas parecían querer arañar el cielo. Una bolsa de plástico se había enganchado en una de ellas. “Parece un fantasma”, pensó el joven.

Cuando ya había cruzado la mitad del parque, le pareció ver cómo una silueta se movía en la oscuridad. Intentó seguirla con la mirada, pero se desvaneció. Varias veces vio a la silueta, y todas ellas la perdió de nuevo. Aquella grácil sombra se burlaba de él. A veces estaba a su lado, a veces más lejos, a veces sencillamente no estaba.

De pronto se aproximó a él, pausadamente, dejándose ver. El chico advirtió que una esbelta figura femenina se ocultaba tras la capa, cuya capucha cayó al poco, mostrando su rostro. El pelo negro y lacio caía sobre sus hombros, como algas fuera del agua. Su piel grisácea parecía tener un brillo espectral a la luz de la luna. La mujer, o lo que fuera aquello, acercó sus labios azul violáceos a los suyos, en un inesperado y gélido beso. Él cerró los ojos.

No los volvería a abrir.


* * *

la inspiracion me ha ha abandonado, asi que voy tirando de relatos antiguos...