viernes, 14 de agosto de 2009

Melancolía

Hoy es uno de esos días de recordar.
Uno de esos en los que recuerdas tiempos no necesariamente mejores, pero que brillan con otra luz en lo más profundo de tu memoria.
La idealización de los recuerdos, una manera de crear algo a lo que aferrarse, y también de lamentarse.
Pienso en aquellas tardes de lluvia con un café con baileys, en las largas tardes de conversaciones, en la confianza...
En risas caducadas y canciones olvidadas, en quien pareció ser alguien que no fue.
En las personas que dejé atrás en mi camino, en aquellas que jamás volverán a ser las mismas, esas a las que duele mirar a los ojos. Es duro vivir con eso, ver que la gente cambió, encontrarte con un día con que esas personas ya no son como eran, que no sabrías decir que es lo diferente, aunque su presencia sea innegable.

¿Hasta qué punto queremos conocer a alguien? ¿Cuanta parte de su ser se convertirá en un recuerdo que añoraremos dentro de poco?
Es fácil echar de menos a los que no están, a los que no volverás a ver.
Yo añoro a personas que se perdieron, y cuyos caparazones vacíos saludo a diario.

Como dice la canción, la melancolía es un licor bien caro, no te has dado cuenta y ya te ha emborrachado.
Y yo hoy estoy resacoso.

Siento que te extraño-Amaral

jueves, 6 de agosto de 2009

Era una tarde de mucho calor...

Era una tarde de mucho calor cuando pararon a descansar. Dejaron las bicicletas a un lado, un par de tragos de agua, y bajo las ramas de un sauce llorón comenzaron a soñar.

Era perfecto.

El uno confiaba en el otro, dormían juntos sabiendo que siempre podrían contar con su amistad, su apoyo, y fue el comienzo del fin. Al menos para uno de los dos.

Resultó que el otro no confiaba tanto en el uno, y al atardecer su sombra se perdió en el bosque.

Cuando su compañero despertó, se encontró con una bicicleta abandonada, un árbol sin hojas y un vacío en su interior. Había descubierto la cara del mundo que no conocía, o mejor dicho, la que esperaba no volver a encontrar.

La luna se apagó, las estrellas dejaron de titilar y el sueño murió. Nadie le indicó el camino de vuelta a casa, y se perdió por siempre en las divagaciones de lo que nunca llegó a ser su vida.