sábado, 19 de diciembre de 2009

La Reina



Señales. Todo señales de un fin inminente. El vuelo del Dragón Rojo, el “incidente” de su hija, los otros muchos sucesos extraños… Anunciaban el temido desenlace. El fin de la historia.
La Reina de Corazones lo sabía. Lo supo desde el momento en el que vio aquella llamarada viviente cruzar los cielos sobre palacio. Lo sabía pero se negaba a creerlo. No podía ser. Después de una vida de esfuerzos, de lágrimas y de sacrificios, su reino no podía disolverse sin más, como un retazo de nube perdido en el cielo.

No había tenido una vida fácil, no señor. A veces recordaba aquellos lejanos tiempos de su niñez, cuando correteaba con su hermana por los vastos campos de trigo, cuando reían junto al arrollo, cuando todo era de colores brillantes, cuando soñaban con ser pájaros y volar más allá de donde alcanzaba la vista.

Pero sólo una alzó el vuelo. Desde niñas fueron formadas y educadas correctamente. Ambas sabían que pertenecían a una familia destinada a formar los pilares de un mundo que apenas conocían. Que cumplirían funciones vitales en un lugar… diferente. Dignas protagonistas de la historia.

Pero la futura Reina siempre envidió a su hermana. Su infancia y juventud no fueron fáciles. No creáis que nos encontramos ante una princesa de cuento, de esas de labios de fresa y dorada melena ondeando desde la torre esperando a su príncipe. Ella tuvo que trabajar por lo que estaba destinada a ser. Y sin duda las clases de sortilegios y rituales resultaban mucho más atractivas que las de economía agrícola.

Después, a sacar adelante un reino que más que un reino era un montón de aldeas semibárbaras, pobres, un lugar abandonado. Dando su vida por una causa en la que jamás creyó. Así se fue endureciendo poco a poco. Pasó de ser una joven idealista, llena de esperanzas, de inquietudes, de sueños, a una mujer de acero. O quizá de titanio.

Y ahora su hermana se marchaba. Todo el mundo se marchaba. Desde el buhonero hasta el jodido Gato Negro. Ese gato que siempre andaba con su hermana, y que de vez en cuando volvía a su palacio a llenarlo todo con su mirada altiva. Tan sólo ella se quedaba en su castillo. Con la impotencia de quien sabe lo que le aguarda el futuro y no puede cambiarlo. Con la resignación de quien sabe qué es lo que debe de hacer. E igual que el capitán que se hunde con su barco, ella se quedaría allí hasta el último momento.

Su hermana decía que aquello era necesario. Que formaba parte de un ciclo natural. Que a ella la necesitarían en otro lugar, que tenía que marcharse. Claro, ella era importante. Su hermana podía quedarse aquí a pudrirse.

Salió de su palacio, sin escolta ni corona, a pasear por la capital. Por la ciudad por la que había dado la vida. Por SU ciudad. Para verla quizá por última vez. Para sentir el calor de las gentes una vez más. Un niño tropezó a su lado. Rompió a llorar, y la mujer fue a ayudarlo a levantarse, a sacudirse el polvo, a secar sus lágrimas. Como siempre había hecho.

El niño devolvió una sonrisa a la reina. Musitó un tímido gracias y se marchó corriendo otra vez. La Reina estaba descolocada. No estaba acostumbrada al agradecimiento.

Entonces pensó que a lo mejor, sólo a lo mejor, había merecido la pena. Si había alguien capaz de decir gracias en este mundo… Tal vez el esfuerzo no fuera totalmente en vano.

― Puede que sí, mi Reina.

¿Quién la había reconocido? Se giró y descubrió al artista del alambre, a ese ya tullido personaje en cuyos ojos entornados se escondía mucha verdad.

― No sé de qué me habláis.

― Mejor dejémonos de tonterías, ¿no os parece? Sé más de lo que parece, aunque a veces diga cosas que no sé. Pero aquí los dos sabemos que el cuento se acaba. ¿O no?

― Lamentablemente, sí.

― No perdáis la esperanza. El fin definitivo no existe. Resurgiremos. Como surge una historia de un juego de sombras –dijo al tiempo que guiñaba un ojo.- Eso es algo que aprendí de tu hermana.

― Sé que siempre la amaste.-contestó tuteándolo a su vez.

― Muy sagaz. Éramos tan parecidos y tan diferentes… Ella hacía con el mundo lo que yo con las marionetas. Y ahora hemos llegado al mismo punto. Ella se marcha a formar una nueva leyenda, y yo me quedaré aquí a amenizar los últimos momentos de este capítulo que se cierra. Es mi tarea. Como la tuya es permanecer hasta el último punto.

― Supongo que sí.

La Reina volvió a palacio, y ordenó a todos los sirvientes que se marcharan con sus familias. Deseaba estar sola. Entre copas de coñac se sumergió en la espuma de su baño. Desde la bañera (casi piscina) se podía ver el exterior. Amenazaban nubes de tormenta, presagiando lo peor.
Hundió la cabeza en el agua.



***

El texto no me entusiasma, pero quería seguir con esta cadena que tan abandonada tenía ^^

domingo, 13 de diciembre de 2009

Balance

Es difícil de conseguir, ¿verdad?
Esa sensación de serenidad, de calma relativa, la que al final del día te hace acostarte con una sonrisa. La balanza en perfecta armonía.

A lo mejor tu vida no va a ser de ensueño, pero al menos uno de los platos no caerá tan rápido que te aplastará el pie. Eso no significa que deba de ser estática, ni mucho menos, los platos tienen que oscilar, arriba y abajo, cíclicamente. Vivir las cosas intensamente, pero sin que la intensidad te sobrepase.

Se supone que el equilibrio se consigue contruyendo unas bases sólidas, unos cimientos que te mantengan en tu lugar, y que no permitan que te lleve el viento, o la marea. Pero yo no creo en la necesidad de raíces para obtener los frutos.

El equilibrio puede estar en cosas totalmente opuestas, pero en sus justas proporciones. Creo que se puede encontrar en un hielo que arde, en una luz que ensombrece, en llorar de la risa.

Puedes flotar en un completo descontrol, nadar en la contradicción, rendirte al desastre.
Y misteriosamente cada uno de los elementos que forman el desorden tirarán hacia un lado, compensando así tu existencia.
Puede que las baldosas sobre las que pisas no sean firmes, y se rompan con facilidad. El truco está en deslizarte sutilmente sobre ellas, ligero como un duende, sin permitir que se desmoronen bajo tus pies.
Una pizca de todo, pero en su justa medida.

Creo que empiezo a conseguirlo =)

jueves, 3 de diciembre de 2009

Vueltas alrededor de un mundo inexistente

Otra vez esa sensación en el estomago.
Ese nudo que no es fruto de una mala digestión.
Cada vez me entiendo menos.
Soy horriblemente ilógico, estúpido, me dedico a cavar mi propia tumba, a tirar piedras contra mi tejado.
Yo... yo antes no era así. Lo juro.
Yo había nacido para volar, para ser feliz.
Pero ahora...
Ahora me dedico a ponerme cargas, penitencias por crímenes que sólo cometí en mi cabeza, hasta que el peso pueda conmigo y caiga al agua. Y así haciendo que las cadenas me arrastren hasta el fondo, lejos de todo el mundo, lejos del ruido, lejos de la vida.
¿Cuanto pesa el miedo a ser feliz?
En mi caso, bastante.
Yo soy mi único obstáculo.

Sé que no soy fácil.
Sé que hago daño, que alejo a la gente de mí.
Cuando debería de ser feliz, cuando parece que todo marcha bien, que ya no hay problemas...
Empiezo a resentirme con el mundo.
A ser borde, a despreciar a los demás.
Y al final volver a casa a llenar este blog de mierda.
Porque pocas son las entradas de las que me enorgullezca. Me cansé de poner etiquetas porque me deprimían.
Pero... confío en que haya todavía un final "feliz"
Tan sólo necesito a... alguien.
Una mano amiga.
Tan sólo un poquito de confianza, una pizca de alegría, un pedazo de sueño.

http://www.youtube.com/watch?v=2hOO2m2y9sU
tonight...

domingo, 22 de noviembre de 2009

Veneno

Hoy me doy cuenta de cómo han cambiado las cosas.
De cómo he cambiado yo mismo.
De cómo cambiaron los demás y de los cambios que han producido en mí.

No he tenido demasiada suerte en esta vida. Puede que sí en algunas cosas, pero en otras la crudeza ha rodeado mis 17 años de existencia.
Y sin duda, me ha hecho más fuerte.
Sobre todo el contacto con los demás. Ese que enriquece y destruye a partes iguales. Ese que hace que te abandones a ti mismo por los demás, haciendo que, cuando vuelves la vista atrás, no te reconozcas a ti mismo.

Sí, me faltaba veneno.
Y me sobraba inocencia.
Y a fuerza de inocular la ponzoña en mis venas, he llegado a asimilarla, a absorberla, a producirla por mí mismo.
Ya no necesito vuestra ayuda, gracias.
Me muerdo la lengua y me enveneno yo solo.

Ahora me planteo que a lo mejor no compensaba. Que quizá debería de haber valorado más lo que era yo, más que lo que eran los demás.
Quizá no debí confiar tanto, quizá la resaca haga que no compense la borrachera.
Espero no volver a cometer ese error.

No hay rosas sin espinas


lunes, 9 de noviembre de 2009

Never try

En los labios resecos y marchitos de la anciana resuena siempre la misma cantinela.
Inténtalo, esfuérzate, todo es posible.

Mentira, una sucia mentira, que no hace sino llenarte de esperanzas, de falsas esperanzas que cuando fracases estallarán en mil esquirlas que se te clavarán en el alma.

En todos los campos de esta jodida vida.

Intento hacerlo bien, pero no lo entiendo, no soy capaz, es como si no estuviera dentro de mis limitaciones.
Y cada vez veo que esa cerca que separa lo posible de lo que esta fuera de mi alcance se va estrechando más y más y más.

Me siento perdido, me equivoco una y otra vez y mis errores sencillamente no me llevan a nada. Aprende de tus errores, dicen. De mis errores no saco nada en claro.
A veces me da la sensación de ser totalmente ilógico.
Cuando me fortalezco por un lado flaqueo por el otro.

Los cimientos más seguros se tambalean bajo mis pies.

Pero bueno, sigamos intentándolo.
Si algo nos diferencia de los animales, es que nosotros sí tropezamos dos veces con la misma piedra.
Y tres, y cuatro...


You tried your best and failed miserably
The lesson is: never try.
Homer Simpson

domingo, 1 de noviembre de 2009

Adiós, Octubre

Octubre terminó. Y sus restos aun palpitan en mi interior.

Ha sido, sin duda un mes interesante. Cada año lo es. El otoño ya se respira, y entre las hojas doradas y los primeros besos helados de lo que será el invierno, hay algo que nos lleva a reflexionar, a madurar, a la ensoñación. Algo que nos hace sentir con más fuerza.

He batido con creces mi record de publicaciones al mes, y eso siempre significa algo. Lo he vivido intensamente. Al menos aquí dentro.

Como haciéndonos un guiño, Octubre se despidió con un fantástico recuerdo del verano, y hoy, 1 de Noviembre, cae la lluvia sobre nuestras cabezas. Borrón y mes nuevo.

Anoche, lógicamente, fue Halloween. Otra vez.
Un año... La melancolía, la comparación, y a veces la amargura me invaden.
Pero nunca me falta lugar para la risa y el positivismo.
Quizás las cosas no hayan cambiado tanto...
Sólo quizás.

domingo, 18 de octubre de 2009

Noche sin Luna

Era una tarde más en aquella villa costera. Las hojas secas revoloteaban impulsadas por el viendo, y se colaban entre las gentes que hacían su vida normal. Los comerciantes publicitaban su mercancía a gritos en el mercado, atrayendo a los clientes, que se agolpaban frente a los puestos, descuidando sus faltriqueras, algunasde las cuales pasarían a las manos de cualquier pícaro. Una muchacha se esforzaba sin demasiado éxito por mantener a sus gallinas dentro del corral, mientras le pedía ayuda a un muchacho vestido de verde. Los niños correteaban por las calles atormentando a los ancianos que iban hacia el muelle.

Pero en el puerto, mientras los pesqueros descargaban la comida del día siguiente de la mayoría de las familias, junto con el olor a salitre y tripas de pescado, se respiraba una palabra: despedida.

Un barco repleto de jóvenes partía hacia la guerra, la guerra que estaba consumiendo aquel país. Un barco más. A este ritmo no quedarían muchachos en el pueblo.

Las madres lloraban por sus hijos, ellos las abrazaban junto con sus hermanos. El subteniente gritaba para que subieran al barco ya. Entre la multitud, una pareja se daba el abrazo más largo y sentido de sus vidas: Ella se había prometido no llorar. Él se había prometido no tener miedo. Los dos incumplieron su promesa.

― Vamos, Jill, no te preocupes. Sabes que volveré.

― No, no lo sé, ¡ahí esta el problema! –su voz se quebró- Jack… Muy pocos vuelven. El novio de mi hermana se marchó hace ya dos meses, y aún no hemos sabido nada de él. Y pronunció esas mismas palabras cuando se marchó.

― No seas negativa. –se forzó a sacarse una sonrisa de donde no la había- ¿Es que no confías en mí?

― No confío en los demás. Por favor, no vayas, no vayas…

Pero se fue. Tras el último beso, lo arrastraron al barco. Evidentemente, nadie iba a aquella guerra por gusto. Y ella se quedó ahí, hasta que cayó la noche, una noche sin luna. Entonces, su padre, ya mayor como para ir a la batalla, la llevó a casa, rendida.

Su familia le dijo que era mejor no obsesionarse. Intentar seguir con su vida. Jillian hizo lo que puedo. Pero al final del día, siempre esperaba a ese barco, hasta que salía la luna. Las noches de luna nueva tenía que llevársela su padre.

Pasó un mes, pasaron dos, y volvió un barco. Y de él, con el aspecto del héroe de una batalla, bajó él. Marcus, el novio de su hermana. Le preguntó por Jack, pero no sabía nada de él. “No pasa nada”, se dijo “Es un buen presagio. Si Marcus ha vuelto, él también podría…”.

Y siguieron pasando los días.

El día en el que hizo su primer hechizo fue curioso. Volvía hacia su casa después de recibir a un barco llegado de la guerra, pero sin noticias de Jack, cuando tropezó con una chica que llevaba una cesta de huevos. La cesta cayó y ella se sobresaltó. Entonces observó que los huevos no habían caído. La cesta estaba paralizada en el aire. La joven se quedó quieta observando a los huevos y a ella de forma alterna. Jillian estaba impresionada. De alguna manera sabía que había sido ella misma la que lo había hecho.

Y a partir de entonces empezó su camino en la magia. Buscó en los libros de la pobre biblioteca del pueblo, practicó mucho, y poco a poco fue adquiriendo poder. La mantenía distraída y la motivaba. La mantenía viva. Llegó a dominar todo tipo de hechizos, pociones y conjuros. Sin duda, aprendía rápido.

Pero la magia no le devolvió a su amor, y ella, ni con todo su poder, podía hacer nada para traerlo de vuelta. ¿O quizás sí? Recordó una vieja torre que se erguía en lo alto del acantilado, semiderruida, pero aún en pie. Y también pensó que había muchos barcos que no regresaban por no encontrar el camino de vuelta en las oscuras aguas del océano. Y así decidió convertir la torre en un faro muy especial. Se instaló allí, y con su magia lo convirtió en un lugar habitable. En lo más alto de la torre creó una bola de energía que brillaba constantemente, con un fulgor muy superior al del faro con el que ya contaba el pueblo, construido más cerca del puerto. Además, emitía una melodía que solo la pareja conocía, inaudible para el resto. Suficiente para guiar a Jack hasta allí.

Y se quedó allí a esperar, al tiempo que continuaba con sus experimentos con la magia. Muchos vecinos fueron hasta allí, disgustados por la luz de su faro, algunos incluso intentaron llevársela, pero ninguno era rival para su poder. Así que el faro no se apagaría hasta que él volviera.

Pero pasaron las semanas, y los meses, y el tan ansiado día no llegaba. La luz brillaba resplandeciente, y la melodía resonaba eternamente, se metía en su cabeza, no le dejaba dormir. La espera y la magia la devoraban, la consumían, y cierto día se cansó de esperar. Así que decidió salir a buscarlo. No se iba a rendir tan fácilmente. Comenzó a preparar el hechizo definitivo, el primero que lanzaría sobre ella misma, el que la transmutaría en otro ser.

Todo estaba planeado. En lo alto de su torre, Jillian se preparaba para el salto final. El hechizo estaba listo. Sólo tenía que saltar, atravesar el círculo mágico y al contacto con el agua, se convertiría en el mítico ser de las leyendas, en una sirena.

Era, como no podía ser de otra forma, una noche sin luna, en el que el mar, tranquilo como una balsa de aceite, la esperaba hecho un manto de negrura. Se apoyó en la barandilla, y como una elegante ave se lanzó en picado hacia las aguas.
Su cuerpo se fundió con la espuma del mar, se sintió de agua, de sal, de arena, y en su nueva forma nadó en busca de su amado. Libre como jamás lo había sido.

* * *

― ¡Abuela, abuela! Hoy nos han contado la historia de Jillian la Loca. ¿Es verdad que tú la conociste?

― Sí, cielo, la conocí. Era una pobre muchacha cuyo novio se fue a la misma guerra en la que ahora combate vuestro padre. Recuerdo el día en que me tiró una cesta de huevos por accidente. No quedó ni uno entero, y ella se fue sin pedir perdón siquiera. Ahí fue cuando empezó a desvariar, creo. Se encerró en su casa, haciendo no se qué actividades extrañas. Más tarde me entere de que acababa de recibir la noticia de la muerte de su novio. Después se encerró en esa torre de encima del acantilado, ella sola. No sé ni cómo sobrevivió allí tanto tiempo, viendo el estado del lugar. Pero por mucho que intentaron llevársela al manicomio, no hubo quien la arrancará de allí. Su padre estaba desconsolado. Hasta que un día fueron y no estaba allí. Nunca la encontraron, así que se supuso que había saltado. Una muerte trágica.

― Hala… Y tú la conociste, ¿verdad, abuela?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Archienemigos

¿Qué es un enemigo?

Me he hecho esta pregunta muchas veces.
¿Qué es lo que nos mueve a odiar a alguien, a despreciarlo, a desearle la muerte?
¿Qué es lo que produce este rechazo?
Las cosas no son como en los libros, no hay un malo y un bueno, no hay un ser malvado al que hay que odiar y destruir a toda costa.
La mayoría de las personas a las que no soportamos no nos han hecho nada, al menos directamente.

¿Es que somos demasiado diferentes, caracteres distintos que chocan entre ellos?
La ciencia, y la experiencia también, me ha enseñado que los polos opuestos se atraen.

Demasiado parecidos, entonces. Tan iguales que no pueden soportarse entre ellos.
Tampoco me convence. Mis amigos también se parecen a mí en muchas cosas, tenemos cosas en común...

Creo que es una mezcla de los dos.
Es decir, lo que hace a una persona insoportable, lo que hace que hagas una mueca de asco cada vez que habla, y te entren ganas de partirle la cara, por GILIPOLLAS, son esas personas que se parecen a nosotros en algo, pero por algún motivo nos repugnan.

No hay nada peor que encontrar rasgos propios en alguien que es totalmente antagónico a ti. Ver actitudes, maneras de hablar y de pensar, razonamientos y lazos propios de uno mismo, en una persona que después actúa en nuestra contra, o que hace cosas que van tan en contra de nuestros principios, nuestro mundo.

Nos parece una traición a nosotros mismos que haya alguien así.
Por eso lo detestamos.
Da igual como cambien después las circunstancias, o como se porte esa persona con nosotros.
No sé los demás, pero yo no pongo etiquetas a la ligera. Eso sí, cuando pongo una, ésta no desaparece.
Sí, qué difícil es entender ese tipo de cosas.

Pues que quede bien claro, que Yo, no soy como Tú.

Fallen leaves

Hace un mes que me propuse ser feliz.
Empezaba un nuevo ciclo, el otoño.
Hoy, las hojas secas caen, se abandonan al viento, y al pasar me recuerdan mi promesa.
Supongo que siempre seré una persona de altibajos.

viernes, 9 de octubre de 2009

Saltar más alto

Llego a casa como cada viernes, y me envuelve esa sensación.
Ese vacío existencial, ese frío interior que me recorre, y cuya procedencia no puedo identificar.
El sentimiento de que la vida se me escapa entre los dedos sin que pueda hacer nada por evitarlo, y sin aprovecharla apenas.
No se qué es lo que busco en esta vida.
¿Cual es la pieza que falta?
Necesito vivir
Que no haya puntos al final de las frases, que el mundo no se acabe al volver a casa, estar seguro de las cosas, de mí mismo, confiar en la gente. Sí, me vendría bien un poco de confianza ciega ahora.
Cada día debe de ser grande.
Quiero dejarme llevar, aprovechar la vida, que es demasiado corta para desperdiciarla, que las noches de juerga no se vuelvan amargas, que nunca falte una sonrisa en mi boca.
Quizá debería de pensar menos.
Quizá no debería de estar escribiendo esto.
Quizá debería de estar viviendo esa vida que reclamo.
Quiero desplegar las alas y cruzar el abismo, quiero saltar del trampolín más alto, besar a la chica más guapa y escribir la mejor historia jamás contada.
La de mi propia vida

sábado, 3 de octubre de 2009

Butterfly

Fue una tarde soleada. Una de esas que no te esperas, en las que a las 8 de la mañana cuando salías de casa hacía frío, y niebla, y había hojas mojadas sobre el asfalto. Y sin embargo, cuando sales del instituto a las 3 y miras al cielo, el sol calienta tus mejillas, y te arranca una sonrisa de esas que salen del alma. La esencia misma de la alegría.

Por fin viernes. Vuelta a la rutina de fin de semana.

Una vuelta por la ciudad, un café en un bar extravagante, con olor a jazmín y algo más en el aire.
El viejo grupo de siempre, haciéndose dueños del mundo, viviendo la vida entre música y risas.
Una tarde como otra más. Tan mágica como siempre.

Y él observaba.
Siempre había sido más reflexivo que los demás. Participaba con la misma ilusión y efusividad en la conversación, y era siempre el que más alto reía.
Vivía en un sueño, en un mundo de colores y mariposas. Sobre todo mariposas, revoloteando en su cabeza. Pero también se preguntaba cómo era posible eso, y cuanto duraría.

Había que aprovechar el momento.
Nunca se sabe lo que puede durar algo así.
La utopía es algo efímero, y los mejores momentos de nuestra vida son siempre eso, momentos. Las personas que ayer ni conocías hoy pueden ser tus mejores amigos, y mañana haberte olvidado.
Y así debe de ser, al menos casi siempre.
El ciclo debe seguir su curso, como una mariposa que se aleja batiendo las alas.

Por eso debemos valorar cada momento como se merece, vivirlo al máximo, sin quedarnos atrás.
Porque cuando sólo quede el recuerdo, esa realidad será más como un sueño, y los sueños deben de ser siempre hermosos.

Como una mariposa de colores resplandecientes.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Bienvenidos al Otoño


No podemos engañarnos, el otoño, junto con las clases, ha comenzado.
Se acabaron las largas tardes desocupadas, los días de calor seco y sol en la cara. Ya no nos vamos a poner más morenos.

Dicen que el otoño es una estación sombría.
Ya sabéis, las hojas que se caen, el frío, días más cortos.

A mí no me lo parece. Será cosa de vivir al lado del parque y que al asomarte a la ventana ves un monton de árboles rojos, dorados, y naranjas, o que no me importa quedarme en casita con una manta, o en un bar tomando algo viendo llover.

Ha sido un verano raro, de alegrías, y también de sinsabores. He reido, y, aunque no recuerdo haber llorado, ganas no me han faltado. Pero no lo cambio.

Hoy, yendo a la carnicería (ya se que es muy poco glamouroso, pero que se le va a hacer), la batería del mp3 se ha acabado y me he dado cuenta. Hoy se cierra un ciclo.
Quedan frentes abiertos, nada parece haber cambiado, pero yo lo sé.

Hoy he decidido ser feliz otra vez. Porque quiero, y porque me apetece.
He recordado los días en los que sonreir a la adversidad era mi lema, y lo he recuperado definitivamente.

Dicen que el otoño es una estación sombría.
Yo me lo tomo como una nueva primavera, y con cada día de lluvia yo sabré que en algún lugar brilla el sol.

Por las cosas que cambiaron. Y por las que nunca cambiarán
=D

jueves, 3 de septiembre de 2009

No estoy para títulos

Ese día llegó a casa un poquito antes de lo habitual, un poquito mas cabizbajo y un poquito menos animado. Nada significativo

Cenó sin ganas, las salchichas estaban demasiado especiadas y el pan demasiado blando.

Apagó la tele sin recordar lo que había estado viendo, y se plantó delante del ordenador.

Personas en la red. Algunas amigas. Otras no tanto.
Una charla con uno de sus mejore amigos, para no decirse nada. Las cosas no habían ido muy bien ese día. Ni esa semana. Ni quiza ese mes tampoco, o ese año, quien sabe. Nada oficial, nada a la cara, pero demasiadas cosas que no se dicen. Ya nada era como antes. Pero, ¿qué antes?

Pero siempre hay alguien en quien apoyarse. Alguien con quien no contabas, que apareció de repente en tu vida, y que dio lo mejor de sí mismo. Es alguien distinto, raro, que siempre te sorprende, con el que parece que no tienes nada en común, pero, ¡sorpresa!, es alguien en quien al final puedes confiar.

No hay nada blanco o negro.

Pero ahora mismo me gustaría que hubiese alguien blanco y alguien negro, alguien en quien confiar, alguien con quien hablar teniendo la certeza de que te entenderá.

No, no estoy en mi mejor momento.
Sera el síndrome post-vacacional, que llega adelantado ante la perspectiva del 8 de septiembre.

Mañana sonreiré otra vez, seguiré con mi vida, y ninguna de las palabras de este escrito tendrán valor o significado alguno.

Bleh, asco de texto

viernes, 14 de agosto de 2009

Melancolía

Hoy es uno de esos días de recordar.
Uno de esos en los que recuerdas tiempos no necesariamente mejores, pero que brillan con otra luz en lo más profundo de tu memoria.
La idealización de los recuerdos, una manera de crear algo a lo que aferrarse, y también de lamentarse.
Pienso en aquellas tardes de lluvia con un café con baileys, en las largas tardes de conversaciones, en la confianza...
En risas caducadas y canciones olvidadas, en quien pareció ser alguien que no fue.
En las personas que dejé atrás en mi camino, en aquellas que jamás volverán a ser las mismas, esas a las que duele mirar a los ojos. Es duro vivir con eso, ver que la gente cambió, encontrarte con un día con que esas personas ya no son como eran, que no sabrías decir que es lo diferente, aunque su presencia sea innegable.

¿Hasta qué punto queremos conocer a alguien? ¿Cuanta parte de su ser se convertirá en un recuerdo que añoraremos dentro de poco?
Es fácil echar de menos a los que no están, a los que no volverás a ver.
Yo añoro a personas que se perdieron, y cuyos caparazones vacíos saludo a diario.

Como dice la canción, la melancolía es un licor bien caro, no te has dado cuenta y ya te ha emborrachado.
Y yo hoy estoy resacoso.

Siento que te extraño-Amaral

jueves, 6 de agosto de 2009

Era una tarde de mucho calor...

Era una tarde de mucho calor cuando pararon a descansar. Dejaron las bicicletas a un lado, un par de tragos de agua, y bajo las ramas de un sauce llorón comenzaron a soñar.

Era perfecto.

El uno confiaba en el otro, dormían juntos sabiendo que siempre podrían contar con su amistad, su apoyo, y fue el comienzo del fin. Al menos para uno de los dos.

Resultó que el otro no confiaba tanto en el uno, y al atardecer su sombra se perdió en el bosque.

Cuando su compañero despertó, se encontró con una bicicleta abandonada, un árbol sin hojas y un vacío en su interior. Había descubierto la cara del mundo que no conocía, o mejor dicho, la que esperaba no volver a encontrar.

La luna se apagó, las estrellas dejaron de titilar y el sueño murió. Nadie le indicó el camino de vuelta a casa, y se perdió por siempre en las divagaciones de lo que nunca llegó a ser su vida.

miércoles, 22 de julio de 2009

17!

Bueno, llegó el día, tengo diecisiete años
Sí, con letras me gusta mas

Pues he de decir, que no me siento, ni más mayor, ni más especial, ni distinto de modo alguno
Soy tan crío como siempre (a veces), más yo que nunca, y, sinceramente, me encanta

=D

domingo, 5 de julio de 2009

So, Smile

Acción y efecto de sonreír.
Es el significado oficial de la palabra sonrisa. Que corto se queda, ¿verdad?

Lo cierto es que a todos nos gusta encontrar una sonrisa en la cara del otro. Pero, ¿que significa realmente ese gesto?
Una sonrisa puede servir para tantas cosas...
Oculta el rencor de dos personas politicamente correctas, enmascara la envidia de una vecina, la satisfacción por una plan de venganza que sale a la perfección, es la salvación a preguntas cuya respuesta no queremos dar, llega a ser el estandarte máximo de la hipocresía.

Y nosotros, por supuesto, la devolvemos, una sonrisa más amplia, más bonita e incluso con dientes más blancos, mientras bullen los pensamientos adivinando las intenciones del otro.

Pero a veces, os encontraréis con algo distinto. De vez en cuando una sonrisa sincera cruzará el rostro del otro, mientras te miraba sin saber por qué. Una de esas sonrisas que dicen "puedes contar conmigo", o "te quiero", o que simplemente son un indicativo real de los sentimientos del otro.

Y entonces, para cuando querais daros cuenta, tambien vosotros estareis sonriendo, sin pensarlo, saldrá como una segunda naturaleza, como si siempre hubiese estado ahí.

Jamás dejéis de coleccionarlas.

lunes, 29 de junio de 2009

LLuvia

Hoy he visto llover por primera vez en dos semanas. Y las gotas todavía chorrean de mi pelo, estropeando el cuaderno.

Tras un par de horas nada fructíferas frente al ordenador, he mirado por la ventana y he visto el brillo de las luces en los charcos, el chapoteo de las gotas al ser recibidas, y una sonrisa ha cruzado mis labios. La echaba tanto de menos…

No es que no me guste el calor y el verano, pero necesitaba la lluvia para sentirme en casa, para recordar lo que era yo.

Me he asomado al balcón de una manera que incluso a la muerte le parecería desafiante, y tratando de que las gotas rozaran mi cara. Y no contento con eso, he cogido las llaves y he bajado descalzo, en pijama, a empaparme agusto, a notar el olor de la tierra mojada, y tambien su tacto.

A vivir, a recordar, a soñar. Lo echaba tanto de menos…

Como tantas otras cosas: Añoro las cosas como eran antes, cuando no era más complicado, pero sí mas claro. Tantas cosas parecen haber cambiado, aunque la imagen siga siendo la misma. ¿Por qué cualquier tiempo pasado parece siempre mejor?

Y es que tengo miedo. Es cierto, me asusta esto. El presente, el futuro, y la sensación de no poder hacer nada para cambiarlo. Sentir que hay cosas que pierdo, que se me escurren entre los dedos como las gotas de esta tormenta. Porque hay cosas que no entiendo, y nadie parece querer explicármelas. Porque las personas nos destruimos a nosotras mismas, sin dejar que nadie nos ayude, hasta que al final todo se pierde

Sentir, vivir, recordar, soñar, temer, recuperar.

Al menos la lluvia lavará mi cara para enfrentar el nuevo día.

jueves, 11 de junio de 2009

La silueta incógnita

El joven caminaba a grandes zancadas por aquel parque, esa fría noche de invierno. Detestaba el lugar, especialmente en esa época, cuando las deshojadas ramas despiadadas parecían querer arañar el cielo. Una bolsa de plástico se había enganchado en una de ellas. “Parece un fantasma”, pensó el joven.

Cuando ya había cruzado la mitad del parque, le pareció ver cómo una silueta se movía en la oscuridad. Intentó seguirla con la mirada, pero se desvaneció. Varias veces vio a la silueta, y todas ellas la perdió de nuevo. Aquella grácil sombra se burlaba de él. A veces estaba a su lado, a veces más lejos, a veces sencillamente no estaba.

De pronto se aproximó a él, pausadamente, dejándose ver. El chico advirtió que una esbelta figura femenina se ocultaba tras la capa, cuya capucha cayó al poco, mostrando su rostro. El pelo negro y lacio caía sobre sus hombros, como algas fuera del agua. Su piel grisácea parecía tener un brillo espectral a la luz de la luna. La mujer, o lo que fuera aquello, acercó sus labios azul violáceos a los suyos, en un inesperado y gélido beso. Él cerró los ojos.

No los volvería a abrir.


* * *

la inspiracion me ha ha abandonado, asi que voy tirando de relatos antiguos...

viernes, 15 de mayo de 2009

La pluma y el pincel

Hoy me ha parecido escuchar tu voz en el susurro del viento. Me giré, pero tú no estabas. Hum, lo de siempre.
También te vi brillar en un rayo de sol, y unas ondulaciones en el agua borraron tu imagen de ella.
Los árboles me cuentan que estás lejos, que quizá no te vuelva a ver. ¿Es cierto? No sé donde enviar mis cartas, las guardo aquí en la cómoda, esperando que algún día las leas.

Me gusta imaginarte recostada en un árbol, con una sonrisa en los labios, una rosa en el corazón y un dibujo entre las manos. Con la piel bronceada y el pelo algo decolorado por el sol, con los ojos en ese tono entre marrón y verde que se te pone a veces, pintando la ninfa que viste pasar hace un rato.
Para mí.

Guardo mis cartas para ti, guardas tú las pinturas para mí?

Y, las recibiremos algún día?

lunes, 4 de mayo de 2009

Ja

Es que no podemos ser felices sin mas?

Creo que en el fondo nos gusta torturarnos, que cuando conseguimos lo que queremos, cuando todo empieza a marchar bien, entonces buscamos algun otro inconveniente, en realidad tenemos miedo a la felicidad. Ah, esto ya se ha solucionado, pues ahora me molesta lo otro.

Sinceramente, no se por que la gente habla tanto de ser feliz, de lo maravillosa que es la felicidad. Si en el fondo la odian! si, parece que queremos ser felices, disfrutamos de los momentos alegres, pero en el fondo rehuimos de ella, siempre buscamos alguna pega. La gente no puede vivir sin pensar en sus problemas, y por eso siempre procura tener la cabeza ocupada con alguno.

No, no podemos limitarnos a ser amables, a procurar que nos vaya lo mejor posible, a mirar lo mejor de los demas en lugar de intentar encontrar que hace el otro que nos ofenda, que no nos guste, que se le pueda echar en cara.

Vivimos echos de rencor, no se perdona, no se olvida.

Es que no podemos ser felices sin mas?

Por favor...

viernes, 24 de abril de 2009

La Bruja

Salió a comprar ilusionada como una chiquilla cuando vio que llegaba el buhonero. Pasaba sólo una vez al año, y ella no desaprovechaba la ocasión de comprar alguno de esos artilugios que tanto la maravillaban, pequeñas obras maestras de tecnología, arte y un pellizco de magia. Eso sí, por mucho que insistía, el buhonero jamás revelaba su procedencia.

Tras hacer los tratos pertinentes, y mantener una breve conversación sobre el retorno del comerciante a su hogar, la bruja volvió satisfecha al suyo propio, con su recién adquirido molinillo para descifrar el lenguaje del viento, y se encontró con algo de lo que su bola de cristal no le había avisado, un gato negro sentado muy tieso sobre la abarrotada mesa. Su Gato Negro.

Sorpresa, alegría, preguntas tales como "¿Qué tal estás?", o "¿Cómo tú por aquí?", largas y profundas conversaciones con una copa de licor de amapola, así se resume la velada. Nada de eso es relevante. Cuando los primeros rayos de sol rayaron el horizonte, el gato se marchó, y la bruja creyó que a lo mejor ella también debía volver a la tierra que había visitado hace tanto, ahora que el dragón había sentido las mismas inquietudes. Lo cierto es que añoraba el lugar, su claridad, su equilibrio, esa sensación de realidad frente a la fantasía que daba forma a su mundo. Os preguntaréis por qué no se quedo allí. Como todas las brujas, era notablemente sabia, y sabía que debía volver a su lugar en el cuento, al fin y al cabo ella formaba parte de aquello. Pero ya no era la misma, no señor. Ahora ya no vivía su papel como antes. Sabía qué era lo que quería, qué estaba bien o mal, y qué era lo que necesitaba. Así que siguió con su vida, ajena a lo que pasara o a lo que dijeran de ella, limitándose a cumplir. Tenía cosas mejores que hacer. Pero ya empezaba a encontrar su vida monótona, y sí, definitivamente, iba a ir.

Pero no podía irse de sopetón. Antes tenía que encargarse de algunas cosas, atar cabos. Dejó la casa al cuidado de un viejo elfo amigo suyo, y se dirigió, como no, a la capital del reino. Aparcó la escoba en las afueras para no llamara la atención, y se dirigió al corazón de la ciudad.

En la calle la gente sólo hablaba de lo acontecido el día anterior, cuando un dragón rojo surcó los aires. Ella no prestó mucha atención, no había nada que no supiera. Iba a visitar a su hermana, a aclarar ciertos asuntos, a despedirse de ella.

La Reina de Corazones, ya recompuesta, recibió el aviso de que tenía visita, y cuando ésta entró se escandalizó y a punto estuvo de echarla. ¡La bruja en palacio! ¿Que grave falta de protocolo!. Cuando atravesó la capa de hielo y altanería como sólo una hermana sabe hacerlo, la Bruja y la Reina hablaron de temas serios. Del futuro, del pasado, algo del presente...

En comparación, ninguna de las dos era alguien al lado de la otra, una la reina, emperatriz del reino, otra la sabia bruja, la mítica hechicera. Esta última le dio el pésame por la muerte de la princesa, su sobrina, y se dispuso a marchar.

Tras una emotiva despedida (uno nunca sabe cuánto durará el viaje), la bruja se marchó, no sin antes invocar la imagen de un Dragón Rojo que dejó absorta a la reina como lo hizo el auténtico.

A la salida lanzó una moneda al artista del alambre, que la recibió con un guiño. Compañeros en la escuela de arte, uno fue para el arte del entretenimiento y lo teatral, de lo visual, lo festivo, y la otra al misterioso arte de la bujería.

Y así cogió su escoba y alzó el vuelo, hacia un lugar más allá del horizonte.

miércoles, 8 de abril de 2009

Slow

Despacio es un susurro en la noche.

Despacio es desperezarse a las 11 de la mañana.

Despacio es esperar a que el semáforo se ponga en verde aunque no pasen coches, es un paseo por el campo, una conversación sobre el ayer.

Despacio es un atardecer en la montaña, son los copos de nieve cayendo, similares al vuelo sin prisa de la mariposa.

Y despacio es lo que quiero.

Quiero vivir así, con parsimonia, pues tiempo nos queda de sobra. No quiero llegar a mi destino antes de tiempo, soy feliz aquí y ahora, no tengo prisa por ver el futuro.

Quiero un día a día sereno, sin estrés, sin tener que pensar siempre qué hacer, quiero disfrutar del momento.

Que los ritmos punk de mi mp3 se vuelvan un suave jazz, que el trasiego de paso a la calma, que la carrera se convierta en camino.

Ahora, amor, ¿podrías pedirle a las agujas del reloj que vayan más despacio? Quizá a ti te hagan caso.

jueves, 2 de abril de 2009

El Bosque de las Osamentas



El paraje era sórdido y desolador. El Bosque de las Osamentas era un camposanto gris, lúgubre salpicado de lápidas en ruinas, con la hierba seca a juego con los tétricos árboles, muertos, retorciéndose hacia la oscuridad, creando formas fantasmagóricas con sus ramas, como esqueletos danzantes.
Allí vagaban todas esas almas perdidas, olvidadas, en busca de un rayo de luz, un atisbo de esperanza, del descanso que jamás encontrarán.
Ese era el lugar que frecuentaba la niña. Aún atada a la vida, una vida supuestamente feliz, en ocasiones se sentía como un espíritu atormentado más, y visitaba aquel lugar de pesadilla, donde se sumía en sus negros pensamientos.
Cierto día, una de las almas, normalmente meditabundas, se interesó por ella.
― ¿Qué haces tú aquí? –quiso saber- Tú no eres de este mundo.
― Vengo aquí cuando quiero estar sola. Déjame.
― Todos hicimos lo mismo una vez. ¿Cómo crees que llegamos hasta aquí? Renunciamos a la vida, nos hundimos, nos abandonamos a nosotros mismos. No dejes que eso te ocurra.
Ella lo ignoró y el espectro acabó por marcharse. Cuando sintió que ya había tenido suficiente por aquel día la niña inició el camino de vuelta, pero pronto descubrió que ya no podía volver.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Gato Negro


En la capital del reino, el paso del Dragón Rojo causó una gran conmoción. Todo el mundo pudo verlo surcar el cielo como una fugaz antorcha, y aquellos que no lo hicieron, pronto se enteraron. Las noticias, como el dragón, vuelan.

Pero para nadie significó lo mismo que para el Gato Negro. Desde la puerta de su guarida subterránea el amasijo de túneles que formaban el alcantarillado, había presenciado la señal de su compañero. Había emprendido su viaje. El que el inmortal felino había realizado hacía ya años. Fue y volvió, se reincorporó a su rutina, como debía ser, pero jamás volvió a ser el mismo.

En la ciudad todo volvió a la normalidad rápidamente. El artista del alambre continuó con su ya visto pero no por ello menos entretenido espectáculo, y pocos días después prepararía una detallada historia sobre el dragón, acompañada de marionetas y pequeñas representaciones, que poco reflejarían la realidad, pero sin duda agradarían a los visitantes.

El Gato, curioso por saber cómo andarían las cosas en palacio, decidió ir a visitar a la reina. Llego al castillo a través de los fríos y húmedos túneles, siempre en la oscuridad, invisible como una sombra, y desde un rincón observó lo que allí se acontecía. Vio una reina derrumbada, que acababa de recibir la noticia de que su preciosa hija había despertado del sueño mágico y había saltado desde la torre. Entonces comprendió que el mundo que conocía se desmoronaba, que la onírica realidad en la que vivía pronto se desvanecería como el más fútil y efímero de los sueños. Al descubrir al gato en una esquina desató su furia contra él, lanzándole el cetro, que visitó el suelo por segunda vez en aquel día. El Gato se precipitó de nuevo a las cloacas, pero con una elegancia de la que la reina jamás hizo gala para entrar en su palacio.

Al caer la noche, montó en el carromato del buhonero, que tras pasar por la capital sin demasiado éxito, iniciaba por fin el viaje de vuelta a su Anatolia natal. Entre las excentricidades del anciano dormitaba cuando pasaron junto a la torre, donde ahora un cartel rezaba: “Se alquila a princesas. Rueca y dragón no incluidos”; y no dudó en bajar cuando alcanzaron la chabola de la bruja, su otra compañera eterna, cuyo domicilio estaba claramente señalizado por el humo violeta de su última creación.

Conversaron sobre tiempos pasados, intercambiaron chismes y comentaron la partida del dragón. La bruja lo había hecho aún antes. Cuando al alba el gato decidió que ya era hora de irse, la bruja cogió un extraño ovillo y le pidió al gato que lo llevara consigo, que le ayudaría en el camino. Él había decidido acompañar al dragón, cuando llegara a su destino debía de tener a alguien para ayudarlo. Todo un día caminó siguiendo su dirección, pero, cuando al atardecer cayó rendido, empezó a preguntarse qué debía hacer con el ovillo.

La respuesta vino por sí sola. Cuando salió la Luna y su hipnótica luz blanca dio con el ovillo, el gato descubrió que no era sino una crisálida, pues sea abrió liberando a una hermosa mariposa que al desplegar las alas abarcó más de un metro.

Traslúcida y refulgente, ésta la invitó a montar, y el gato, acostumbrado a saberlo todo, volvió a sorprenderse ante las maravillas de su amiga.

Suavemente montó sobre la hipsipila y juntos planearon bajo el cielo estrellado, hasta que se perdieron entre las montañas.

¿Llegarán antes que el Dragón Rojo?
Uno partió antes, pero el otro conoce mejor el camino.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Dragón Rojo


Su sombra sobrevoló las llanuras solitarias, esos dorados parajes de hierba amarilla y árboles sin compañía, secos, pero aún con una gota de vida en su interior; junto a las aves rapaces que quedaron deslumbradas ante el fulgor de sus escamas escarlatas.


Interrumpió el beso de unos enamorados en la plaza de la catedral a su paso por la capital del reino, donde los paseantes dejaron de mirar al artista del alambre durante unos segundos, donde la reina de corazones, en su castillo, dejó caer su cetro boquiabierta, y donde el gato negro salió a saludar a su viejo compañero.


Volando sobre los caminos que recubrían la tierra como una finísima filigrana, adelantó el carromato de un viejo buhonero de Anatolia, cargado de esos objetos únicos que misteriosamente viajaban sin dueño, como sonajeros que imitaban el sonido de la lluvia en el bosque, una fina red de hilos de plata que entonaba una canción eterna al ser mecida por el viento o una flauta para llamar a los pájaros, entre otros. El dragón sonrió al anciano comerciante, y éste lanzó al aire una pequeña figura de un dragón rojo, que siguió al auténtico en su viaje.


Cuando pasó junto a su antigua torre, descubrió que su princesa favorita, al despertar y encontrarse sola y sin custodia, se sintió perdida y saltó desde lo más alto de la torre sin esperar a que un príncipe la fuera a rescatar. Allí vio su destino la figurita del dragón, y se quedo custodiando la torre ahora vacía, a la espera del príncipe para poder notificarle que llegaba con retraso, que por favor se llevase los restos.


Pero el dragón no se detuvo. Pasó sobre el bosque, donde las ninfas y los duendes se escondieron a su paso, temerosos de su sobradamente conocido fuego; también junto a la chabola de la bruja, que le dedicó uno de sus más vistosos sortilegios. Grácil y ligero, planeando sin prisa pero sin pausa, con rumbo indefinido, el rojo estandarte abandonó aquellos lugares.


Y pensó en aquellos que le habían acompañado en su viaje de leyendas y fantasía, en su vida misma. En el artista del alambre, ya achacoso, siempre recordando tiempos mejores; en la podrida reina que una vez fue una mujer llena de vida e inquietudes; en el viejo buhonero que no fue quien parece ni dice dónde ni cómo consiguió sus cachivaches; en la princesa realista que cambió su destino por nacimiento; en la miniatura de dragón, un mero reflejo de sí mismo, que ahora custodiaba lo que quedaba de la dicha princesa;, e incluso en los apasionados jóvenes que ni sabían de su existencia, y no tuvieron reparos en reanudar rápidamente su actividad.


Los recordó a todos ellos, y se preguntó cuantos lo seguirían en el último de sus viajes, más allá del bien y del mal preestablecidos, allí donde uno es héroe y villano de su propia historia, con la única campaña de salir adelante en paz consigo mismo.


Y con ese pensamiento se perdió entre las montañas, sumergiéndose en el malva del crepúsculo.



Quizá el gato negro ya le esté esperando allí.


* * *


Inspirado en el disco de Amaral Gato negro, Dragón rojo ^^

domingo, 22 de febrero de 2009

Carnaval, carnaval


Llegó el día de jugar a ser otra persona. Una vez al año, se nos presenta la excusa perfecta para ponernos una peluca, ropa extravagante y fingir ser otro, divertirnos, hacer cosas que jamás haríamos, pero nada de eso importa, porque nuestra identidad, nuestra esencia misma, queda eclipsada por la magia de nuestro difraz.


Sí, es una fecha especial, que duda cabe.


pero lo bueno, como no recuerdo quién dijo, si es breve, dos veces bueno, y al día siguiente el mundo vuelve a la normalidad. Los sueños y las ilusiones de la noche pasada sedesvanecen, como el zapato perdido de la princesa, la capa de la bruja o la pluma del sombrero tirolés. O quizá simplemente se guardan, como el recuerdo de esa afortunada persona, que, el día que fue otra, pudo encontrarse a sí misma.

sábado, 7 de febrero de 2009

Nieva

Hoy nieva.

Es bonito que nieve. Los copos vuelan gráciles, ligeros, felices (felices?). Ay, pobres. No saben que acabarán en el suelo, donde al principio formarán parte del blanco manto que cubre las calles cuando el mundo despierta, ese blanco tapiz de ensueño.

Luego lo pisotearán, harán montañas con la nieve, se la tirarán los unos a los otros, el sueño se convertirá en la cruda realidad. ¿Por qué no pudimos dejar las cosas como estaban?

La nieve cubre las ramas de los árboles, debo admitir que me gusta verlo, igual que la nieve que se posa sobre el lago, dejando una película semisólida, como esa telilla que aparece sobre el chocolate caliente (lo más rico). Sí, es bonito...

De todas formas, odio que nieve. Es algo que prefiero mirar desde casa, con una mantita y un chocolate caliente (se que estoy pesado con eso, pero ha sido mi cena de hoy ^^).

La nieve significa frío, demasiado frío, significa suelos encharcados, pies mojados, paraguas y abrigos, bares abarrotados. Es falsa, lo cubre todo de irrealidad. Creemos que como esta cubierto de blanco ya todo es maravilloso. Como ese agujero tapado por la nieve en el que hundes el pie hasta la rodilla, o el horrible montón de tierra al que trepó el niño creyendo que era nieve blanca y pura. Apariencias, jej

Pero todo acaba, y cuando al día siguiente veais que sólo queda una capa de hielo desecho y barro, entonces maldeciréis y os quejaréis, y yo seré feliz, por que el agua se acabará yendo, el barro se secará, y quizás, solo quizás, saldrá un poco el sol, y me sonreirá porque sabrá que solo yo lo estuve aguardando:

=)

sábado, 3 de enero de 2009

Anoche (anteanoche, en realidad)

¿Y ahora por qué no me puedo dormir? ¿Por qué le doy vueltas a un problema que en realidad no tengo? ¿Por qué veo complicaciones por todas partes?

¿Estaré intentando ser quien no soy?, me pregunto, ¿Qué es lo que siento de verdad por esa chica? ¿Encajo de verdad en este grupo, en esta sociedad, es esta persona verdaderamente mi amiga o es sólo conveniencia, o miedo a estar solo?

Las cosas deberían de ser más sencillas. A veces echo de menos esa infancia, donde los colores eran más vivos, las carcajadas más frecuentes y de la preocupación lo único que sabíamos era deletrearla. Cuando tu amigo era el que se sentaba al lado en clase, y cuando salías de la “ikas” tenías al vecino de abajo para jugar. Cuando organizabas una boda de mentira con la niña que te gustaba (yo aún sigo casado) y no importaba si te hacías daño, ya se curaría.

Ahora no. Ahora las relaciones entre la gente son complicadas, sean del tipo que sean. Y cuando tu vida empieza a mejorar, cuando tienes lo que anhelabas, empiezas a pensar si realmente esto era lo que querías, o si serán sólo apariencias, y al final el miedo a ser feliz te acaba arrastrando abajo. Otra vez.

Hoy es uno de esos días (noches) en las que no duermes dándole vueltas a no se sabe qué, y acabas llorando sólo porque sí, porque te apetece autocompadecerte un rato.

Pues no señor, me niego. Ahora dejaré de temblar, me dormiré, y si mañana todo esto sigue ahí, y no ha sido, como probablemente es, un delirio de mi mente retorcida, ya se hará lo que se tenga que hacer.

Adió, cuaderno.

viernes, 2 de enero de 2009

Hola? Hay alguien?

Bueno, al fin me he hecho el blog, convencido, cómo no, por Yuki.

Aquí iré colgando lo poco o mucho que escriba, y lo mejor lo filtraré para narrando ;)

Se agradece si alguien quiere pasarse y leer las paranoias que pueda poner, puede que incluso cuelgue algo interesante, quien sabe. Supongo que los que lo leais ya me conocereis, en mayor o menor grado, y ya sabeis más o menos que esperar de este blog, y si alguien se topa con el por casualidad, pues, bienvenido, gracias, vuelva pronto!