Lena disfrutaba tranquilamente de
su paseo diario por la colina. Aquel era su momento preferido del día. Caminaba
descalza por la hierba, con una fina blusa y una falda vieja como atuendo, y
gozaba de los placeres que la naturaleza le ofrecía.
―
Lena –la llamó una voz cuya procedencia no pudo localizar.
Lena
miró a los alrededores sin entender, pero la voz continuó:
―
Tú eres la elegida. Tú serás la primera bruja.
En
ese momento Lena sintió como un torrente de cálida energía penetraba en su
interior y su mente se llenaba de claridad y comprensión. Supo así que el poder
de la magia residía en la mente y en las antiguas palabras, que mucho de lo que
la gente llamaba brujería no era otra cosa sino ciencia, y que los hechizos de
los que ella había oído hablar sólo eran burdos trucos de farsantes
aprovechados.
Y
a partir de ese día la primera bruja comenzó a indagar en el misterioso mundo
de la magia. Fascinada por el arte de la brujería, se dedicó a los hechizos y
las pociones, los ritos y las conjuraciones, a convertirse en una gran
hechicera.
Pasados
los años, creyó que ya había estudiado suficiente y ya era bastante sabia, por
lo que decidió que lo correcto era compartir sus conocimientos y habilidades.
Observaba a las jóvenes muchachas del pueblo sin acercarse a ellas, y evaluaba
su posible talento y sus ganas de aprender, y las seleccionaba para instruirlas
como brujas.
Gracias
al contacto con aquellas chicas, Lena se enteró de que en los años
transcurridos, en el pueblo se había hablado mucho de ella y de su aislamiento,
y que Lena había dejado de ser Lena, ahora se la conocía como La Bruja. A
partir de entonces, cada vez más chicas se negaban a ir con ella y una incluso
salió corriendo al verla. La siguiente (algo más razonable) sí habló con ella y
le dijo que ya no era simplemente La Bruja. Su estatus había sido elevado al de
Bruja Malvada, que endemoniaba a las chicas para que le sirvieran.
Pero
nada de eso le importó. Ella siguió enseñando a las jóvenes aprendices de bruja
todo cuanto sabía.
Un
buen día, una de sus alumnas le hizo una pregunta que no supo contestar. “Será
un fallo en mi memoria”, pensó. Buscó en todos sus apuntes, sus anotaciones y
sus esquemas, pero no dio con la respuesta. Experimentó, practicó y comparó
resultados, pero todo fue infructífero.
A
partir de aquel día sus alumnas dejaron de serlo para convertirse en sus
compañeras. Se dio cuenta de que le faltaba mucho para ser una buena maestra, y
entre todas formaron un grupo, un aquelarre, como a ellas les gustaba decir,
para mejorar y ampliar sus conocimientos y facultades.
Pero
los vecinos del pueblo desconfiaban de las brujas, las temían, y por ello también
las odiaban. Ellas trataban de acercarse a ellos ofreciendo toda clase de
regalos, por lo general ungüentos mágicos y objetos encantados, a fin de que
sus antiguos vecinos volvieran a confiar en ellas, pero ellos los veían como
trampas y maldiciones.
Un
aciago día, un grupo de aldeanos exaltados atacaron el pequeño grupo de cabañas
donde vivían las brujas, dispuestos a acabar con aquella amenaza. Lena intentó
hablar con ellos, confiando en su buena fe y raciocinio.
La
mataron.
Lena
fue enterrada en la misma colina en la que una vez la magia le fue concedida, y
el mismo día del entierro sus compañeras decidieron que se iban de aquel lugar
marcado por la muerte de su mentora. Un par de días más tarde cogieron las
escobas que usaban para espantar a los cuervos que solían posarse en sus
tejados (y también llenarlos de excrementos), les echaron un simple conjuro de
levitación, y esa misma noche alzaron el vuelo hacia tierras lejanas,
abandonando el pueblo para siempre.
Pero
antes las brujas decidieron homenajear la memoria de su instructora., y sobre
su tumba erigieron una estatua esculpida por ellas mismas que representaba a
Lena con el pelo y las ropas ligeramente agitados por el viento, con un libro
en una mano y alzando la otra hacia el cielo. También protegieron el lugar con
sus hechizos de protección máxima para asegurarse de que nada derribaría la
estatua.
Y
desde entonces, la imponente sombra de una bruja se proyecta cada atardecer
sobre el pueblo que vio nacer y acabó con La Primera Bruja.
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