miércoles, 4 de marzo de 2009

Dragón Rojo


Su sombra sobrevoló las llanuras solitarias, esos dorados parajes de hierba amarilla y árboles sin compañía, secos, pero aún con una gota de vida en su interior; junto a las aves rapaces que quedaron deslumbradas ante el fulgor de sus escamas escarlatas.


Interrumpió el beso de unos enamorados en la plaza de la catedral a su paso por la capital del reino, donde los paseantes dejaron de mirar al artista del alambre durante unos segundos, donde la reina de corazones, en su castillo, dejó caer su cetro boquiabierta, y donde el gato negro salió a saludar a su viejo compañero.


Volando sobre los caminos que recubrían la tierra como una finísima filigrana, adelantó el carromato de un viejo buhonero de Anatolia, cargado de esos objetos únicos que misteriosamente viajaban sin dueño, como sonajeros que imitaban el sonido de la lluvia en el bosque, una fina red de hilos de plata que entonaba una canción eterna al ser mecida por el viento o una flauta para llamar a los pájaros, entre otros. El dragón sonrió al anciano comerciante, y éste lanzó al aire una pequeña figura de un dragón rojo, que siguió al auténtico en su viaje.


Cuando pasó junto a su antigua torre, descubrió que su princesa favorita, al despertar y encontrarse sola y sin custodia, se sintió perdida y saltó desde lo más alto de la torre sin esperar a que un príncipe la fuera a rescatar. Allí vio su destino la figurita del dragón, y se quedo custodiando la torre ahora vacía, a la espera del príncipe para poder notificarle que llegaba con retraso, que por favor se llevase los restos.


Pero el dragón no se detuvo. Pasó sobre el bosque, donde las ninfas y los duendes se escondieron a su paso, temerosos de su sobradamente conocido fuego; también junto a la chabola de la bruja, que le dedicó uno de sus más vistosos sortilegios. Grácil y ligero, planeando sin prisa pero sin pausa, con rumbo indefinido, el rojo estandarte abandonó aquellos lugares.


Y pensó en aquellos que le habían acompañado en su viaje de leyendas y fantasía, en su vida misma. En el artista del alambre, ya achacoso, siempre recordando tiempos mejores; en la podrida reina que una vez fue una mujer llena de vida e inquietudes; en el viejo buhonero que no fue quien parece ni dice dónde ni cómo consiguió sus cachivaches; en la princesa realista que cambió su destino por nacimiento; en la miniatura de dragón, un mero reflejo de sí mismo, que ahora custodiaba lo que quedaba de la dicha princesa;, e incluso en los apasionados jóvenes que ni sabían de su existencia, y no tuvieron reparos en reanudar rápidamente su actividad.


Los recordó a todos ellos, y se preguntó cuantos lo seguirían en el último de sus viajes, más allá del bien y del mal preestablecidos, allí donde uno es héroe y villano de su propia historia, con la única campaña de salir adelante en paz consigo mismo.


Y con ese pensamiento se perdió entre las montañas, sumergiéndose en el malva del crepúsculo.



Quizá el gato negro ya le esté esperando allí.


* * *


Inspirado en el disco de Amaral Gato negro, Dragón rojo ^^

1 comentario:

  1. Yo continuare la busqueda del dragon rojo y no perdere de vista al gato negro ;)

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