lunes, 1 de noviembre de 2010
Secretos que es mejor no contar
domingo, 3 de octubre de 2010
Decepción, para variar
Este año no parece traer nada bueno. O, bueno, al menos no mucho
Parece que es un ciclo que se repite. Veranos intensos, otoños de altibajos. Y además, se acerca el invierno.
Una vez más, me siento vacío por dentro, y frío por fuera.
Una vez más, Radiohead.
Parece ser que da igual cuánto te esfuerces por alguien, cuanto rías, cuanto compartas y cuanto sufras por esa persona. Porque al final, te encuentras que ya no está. Que nunca estuvo. Que lo que creiste conocer era solo una faceta.
Una lástima. Puse muchas esperanzas esta vez. Y al final, todo terminó como siempre, en decepción. Pero al menos no me pilla de sorpresa.
Al menos ya soy lo bastante fuerte para entender que no soy peor que nadie, y que no tengo por qué cambiar, porque nadie intenta cambiar por mí.
Así que se acabó el luchar por nada.
Echaré de menos a la gente que fuisteis.
sábado, 24 de julio de 2010
El Buhonero. El Artista. El Fin.
viernes, 18 de junio de 2010
Odio las hormonas
Sea lo que sea, domina mi manera de ser, mis emociones, mide mis ganas de vivir y de sonreir, y me maneja a su antojo como si todo yo fuera una hoja perdida en el viento.
Sólo sé que ha vuelto a empezar. Ese ciclo autodestructivo de cuando debería ser feliz, esa sensación de frío. Frío causado por soledad, por frustración y por envidia. Volver a escuchar Nirvana no puede augurar nada bueno...
Lo odio. No tener un motivo. Podría estar triste, no me importaría, si al menos tuviera alguna razón mínimamente coherente para ello. Querría saber qué me pasa. Por qué, cuando lo tengo (casi) todo para ser feliz no lo soy. Por qué tengo esta tendencia a boicotear mi alegría.
No me gusta ser una carga para los demás. Realmente no me gusta, pero hay un sentimiento egoísta que me empuja a arrastrar a la gente conmigo. No sé si eso es ser una mala persona. Ya no sé nada.
Ojalá no pensara tanto, ojalá me limitara a encajar en alguna parte y sonreir. Quizá con una pizca de suerte... no sé.
Me bastaría solo eso, un motivo.
Una causa.
Porque sin ella, no tengo nada que arreglar, no tengo nada que combatir.
Y necesito un objetivo. A lo mejor esto de estar desocupado no me hace ningún bien...
En fin, se hará lo que se pueda.
domingo, 6 de junio de 2010
El ladrón
domingo, 23 de mayo de 2010
sábado, 8 de mayo de 2010
No estoy
Ser invisible.
Dejar de existir durante un rato.
Que no me tuviera(i)s que ver, librarte de la carga de mis preocupaciones, mi hostilidad, mis ganas de odiar, de hacer estallar el mundo...
Me gustaría ser ligero, volar, volar muy lejos donde nadie pueda oirme (y yo no pueda oir a nadie), donde nadie me juzgue, donde dé igual lo que haga.
Esfumarme, sí. Eso sería lo mejor para ti. Y puede que para mí también.
Pero no, estoy aquí. Angustiosamente amarrado al suelo, a la existencia. Aunque doloroso.
Así que aguántame o vete, como quieras. Pero no me mires así. No te preocupes, no quieras ayudarme. No puedes.
(El estrés genera este tipo de cosas. Fantástico, ¿no?)
viernes, 30 de abril de 2010
Pararrayos... Otra vez
La sientes descargar toda su furia.
Deliciosamente fresca, salvaje, e inspiradora. Cuantos textos habrá dedicados a la tormenta...
Desearía que hiciera calor siempre. Morder cada día ese sabor a verano, como una fruta madura, como seda que se desgarra con pasión. Y acabar en tormenta. Cada noche. asistir al desenfrenado explotar de la atmósfera.
¿Quién quiere fuegos artificiales y cohetes habiendo rayos y truenos?
La mejor de las duchas nos espera en la hierba.
Dicen que un clavo saca a otro clavo.
Espero que esta tormenta se lleve a la que tengo en mi cabeza.
Así podré despertar mañana con esa sensación de serenidad total y absoluta, la de la calma después de la tempestad.
Y volver a pensar con claridad, y reir (a carcajadas), y soñar, y escribir...
Mmm, a veces me encanta esta bipolaridad que tanto detesto...
http://www.youtube.com/watch?v=30w8DyEJ__0
viernes, 16 de abril de 2010
Once upon a time...
Parece que pasa despacio, cada día se hace un siglo, pero de repente te has quedado sin él.
Echas la vista atrás y te sorprendes del camino que has dejado pensando en tus cosas mientras vagabas sin rumbo.
Vuelve el buen tiempo, y cuando hace bastante bueno como para quitarme la chaqueta, esto me recuerda a unos días no tan lejanos en los que también lo hacía. Septiembre. Octubre. Están ahí, al lado, casi los puedo tocar con la mano, parece mentira que haya una larga estación (porque mira que ha sido larga) de hielo de por medio,
Vaya, vaya, hemos pasado de "se acerca el invierno" a "el invierno ya pasó"... Curioso.
Los días entre semana se van esperando al sábado. Al fin llega, y como vino se va. Y qué decir del domingo, que apenas existe... Los días se hacen semanas, y las semanas meses, y los meses estaciones, y de repente resulta que no acabo de cumplir diecisiete, sino que estoy cerca de los dieciocho. ¿Cómo?
Pienso, recuerdo. En esos meses de sufrimiento, de hojas caidas y promesas rotas.
En el calor de un verano envuelto en irrealidad.
En un invierno que me vio renacer.
Pensaba preguntarme qué me espera en primavera, pero resulta que no me espera, está aquí. Otra vez el tiempo me ha engañado.
Sentimientos, emociones, han ido forjándome. A veces pienso que se me escapa la vida, cuando pienso en lo rápido que se va el tiempo. Luego, en días como hoy, me doy cuenta de que cada día es importante. Aunque no pase "nada". Cada uno madura a su ritmo, y cuanto más meticuloso sea el cultivo más brillará el resultado. Que pase el tiempo, yo no tengo prisa. Viviré el hoy, y seguiré sintiendo. Cada día más seguro, más tranquilo, mejor.
El tiempo cree que me engaña.
Puede que sea cierto, pero yo también tengo mis trucos ;-)
lunes, 15 de marzo de 2010
Bi bertsio
sábado, 20 de febrero de 2010
Y aún así, sales
No te sientan bien las siestas no planificadas.
Te obligas a pensar que tienes que salir, relacionarte con los demás.
No quieres, no puedes.
Te preparas. Listo para salir, a regañadientes.
Empieza a granizar.
Genial.
martes, 16 de febrero de 2010
A las siete, en el Penélope
En un rincón del salón había una chimenea antigua que no podía encender, pero le gustaba imaginar las llamas crepitar en ella. La casa estaba formada por: El ya mencionado salón, relativamente espacioso y muy iluminado. Un dormitorio pequeño con una de esas camas con barrotes clásicos. Un baño más pequeño todavía. La cocina. Uniendo estas cuatro estancias y como nexo al exterior, un pequeño pasillo, ni siquiera digno de mención.
En el trabajo, Melinda procuraba ser eficiente. No se le podía olvidar todo, como le solía ocurrir. Y a pesar de que a menudo olvidaba algún que otro café, ella sonreía siempre, y cuando le recordaban la consumición perdida, ella la servía siempre acompañada de una chocolatina, y a veces incluso un pastelillo de limón, de esos que ella misma preparaba en su cocina mientras cantaba inventándose las letras (las originales también se le habían perdido).
A pesar de naturaleza despistada, Melinda era muy observadora a veces. Es más, era su atención por los demás lo que la había olvidarse de sí misma. Conocía a los clientes habituales, sabía qué significaba que David pidiera café o té, o que Leonor se echara dos sobres de sacarina. Por eso acostumbraba también a dejar notas en las servilletas. Pequeñas frases para hacerlos sonreír. Una vez incluso le escribió con azúcar en la mesa a la vieja Gertrudis cuando su marido murió de cáncer, pero doña Penélope, la dueña, se enfadó con ella y no lo volvió a hacer. No quería perder su ático, y necesitaba el dinero. Trabajaba todos los días sus ocho horas, excepto los domingos, y un día cada dos semanas su jefa hacía un acto de bondad y le concedía un día libre más, a su elección. Dª Penélope, sin embargo, permanecía en el café Penélope (qué coincidencia, ¿no?) todos los días de ocho a ocho, con una breve pausa para comer.
Pero a las siete, cuando Mel salía del café, en la entrada esperaba siempre Robert. Su Robert, para recibirla con un beso. No podía decirse que fueran una pareja como tal, así como no podía decirse que fueran unos amigos corrientes. Eran gente especial, con relaciones especiales.
De siete a nueve, a Robert le pertenecían las risas, las miradas, las confesiones. Él era fotógrafo. Cada día le llevaba una foto nueva, y esa misma noche Melinda, que manejaba la pluma bastante mejor que la cafetera (y no porque la cafetera la manejase mal), escribía una historia para esa foto, que comentaban al día siguiente con una copa de vino.
Cierto día discutieron. Cierto día Robert dejó su copa con brusquedad y salió airado de casa de Melinda, con la cabeza alta y farfullando, sin reparar en las vías del tranvía que se lo llevó por delante.
Trágico, lo calificaron algunos. Devastador le pareció a Melinda un término mucho más apropiado. Asomada a la ventana, el fruto de su vientre se marchitó (por si no lo había mencionado, sí, Melinda estaba embarazada. Sí, de Robert). Una lágrima negra contaminada con rimel surcó su rostro de porcelana. Después entró a lavarse la sangre de su sexo.
Fueron pasando los días, Y Mel se fue convenciendo a sí misma de que Robert seguía ahí. Que se había montado al tranvía en vez de que el tranvía lo montara a él. Tan sólo lo había perdido, como perdió las llaves del cuarto de bicis la semana pasada. Pero las llaves las había encontrado aquella mañana en el cajón de las sartenes (no me preguntéis cómo llegaron allí). Así que cogió las llaves y salió en bici a buscarlo. Lo encontraría, le pediría perdón y él volvería a esperarla cada tarde a las siete. Estuvo mucho tiempo fuera, buscando. En el trabajo contrataron a otra a las dos semanas de su marcha, una tal Anne, rubia y pechugona. Pero nunca dejaba chocolatinas, ni notas en las servilletas.
A su buzón empezaron a llegar avisos por las facturas de la comunidad sin pagar.
Cierto día Sharon, una escuálida niñita, que siempre había sentido por la mujer que vivía dos pisos más arriba, vio la bici plateada de Melinda tirada en el rellano. Subió las escaleras de dos en dos hasta el ático y se encontró la puerta entreabierta. La abrió cuidadosamente, y cubierta de una fina capa de polvo, se encontró el hogar de la que era (¿o fue?) su vecina favorita.
Había muchas cosas. Elementos decorativos, amuletos, montones de fotos adjuntas a folios y folios escritos, un espejo tan sucio que devolvía una imagen borrosa. Flota cierto aroma a pastelillo de limón. Mil objetos distintos entre sí, algunos de ellos sin polvo, como si los acabaran de dejar. Pero ni un alma. Hasta el gato se había marchado
Supo que había terminado de buscar. Supo que hubiera dado o no con su objetivo, Mel no volvería jamás.
lunes, 8 de febrero de 2010
Llueve, como siempre
Un charco me devuelve una distorsionada imagen de mí mismo.
Sacó del charco su vivo retrato, diría Sabina.
Las finas gotitas de óxido de hidrógeno caen sobre mi cara, y junto con el viento frío me despejan.
Quizá al final la lluvia no sea tan mala.
Pienso en las horas pasadas bajo el mar, en busca de tesoros ocultos con forma de piedras y caracolas. En el agua caliente cayendo sobre mi espalda. En el agua fría poniendome los pelos de punta. En zambullidas sin pensar en pantanos y piscinas. En mágicas islas encontradas de repente, y pueblos y civilizaciones enteras bajo las aguas, esperando a ser encontradas.
Los delfines, las truchas, las sirenas, las estrella de mar. En el antiguo hogar de un cangrejo ermitaño aún se escuchan los susurros del oceáno.
Lo dicho, quizá al final la lluvia no sea tan mala. Aunque nunca me gustó, algo me une a ella.
Quizá tenga que ver con flotar livianamente, hasta que la entropía disminuye y te precipitas inevitablemente al vacío.
O puede que tenga que ver con ser la clave de la vida, los bosques, esa naturaleza de la que siempre he sido tan amigo.
Hoy, más que nunca, sé que mi elemento es el agua.
Puede que al final mi apellido sí sea Tully.
domingo, 7 de febrero de 2010
Night. Windows.
Todos, en algún momento, nos hemos sentido dueños de un pensamiento, de un sentimiento único, de una personalidad complicada que nadie más podía comprender. En algún momento por nuestra cabeza ha cruzado la descabellada idea de ser únicos, de ser diferentes, especiales.
A menudo creemos ser los únicos con dos dedos de frente, los únicos que piensan y se preocupan, los más maduros e inteligentes. Craso error.
En noches como ésta, miro por la ventana. A través del cristal veo decenas de ventanas con luces encendidas, y unas cuantas con las persianas bajadas.
Y me pregunto: ¿Habrá alguien mirando a traves de ellas, alguien que se haya sentido exactamente igual a como me siento yo, que se haya encontrado en las mismas situaciones que yo, que haya experimentado rabia, alegría, impotencia y desesperación de la misma manera que yo?
Seguro que sí.
Porque, recordemos, no somos especiales.
Es mejor que no se nos olvide nunca.
O cometeremos el error de despreciar a los demás, de sumergirnos en nuestro egocentrismo, y también el de no confiar en nadie.
Pienso en las decenas, quizá cientos de almas atribuladas que vivirán en el bloque de enfrente, y sus retorcidas historias.
Me dan dolor de cabeza
martes, 2 de febrero de 2010
=)
domingo, 10 de enero de 2010
De todas las formas, colores y tamaños, evasión
Cuéntame una historia de hielo y fantasmas, de savia y lágrimas. De héroes derrotados y de hijas de la luna. De sombrereros locos y señoras verdes. De huargos que juegan ocho partidas ajedrez con leones. De razas increíbles y magia perdida. De dragones rojos y gatos negros. Cuéntame, hasta que las manecillas del reloj se mareen y el cuco se olvide de cantar, cuéntame como si fuera un secreto convertido en leyenda.
Cuéntame una historia inventada, que parezca real. De cómo hay mundos ocultos en las botas viejas y en el último cajón de la alacena, y de las gentes que nos miran como si fuéramos muñecos. Hazme una enciclopedia con los significados de un abrazo. Una historia de otro tiempo y otro lugar, en el que estemos tú y yo, pero sin ser los que están aquí sentados ahora mismo.
Háblame de los dos mundos, y de su fina conexión. Y también del tercero. Y de los que quedan por descubrir. Del sonido de un canto de sirena rasgando la calma del desierto, donde los camellos pastan en las verdes colinas heladas. De cómo suenan los maullidos de esas gaviotas que jamás llegarán a la costa y los gritos desesperados que siempre se susurran al oido.
Sé que puedes hacerlo. Sé que conoces el equilibrio para que la nieve y el vapor no se destruyan entre sí.
Déjame seguir el camino de baldosas de arcoiris, hacía un paraje de estrellas danzarinas y chismosas. Sumérgeme hasta lo más profundo de lo desconocido, y al llegar al fondo emergeré sabio por el otro lado.
Cuéntame esa historia que es un libro, que es un sueño, una canción, una sonrisa, un cuadro y ninguna de las anteriores.
Yo sólo quiero escuchar.
Mecerme en ese mar de palabras hasta que la corriente me lleve hasta esa isla en la que estamos todos. Allí donde todo brilla en dorado.
Ahora voy a cerrar los ojos...
sábado, 2 de enero de 2010
2 de Enero
Hoy, quiero daros la gracias a todos los que os habeis pasado por aquí alguna vez, los que me habéis animado con algún comentario, y a los que habéis seguido cada historia en silencio.
Significa mucho.
viernes, 1 de enero de 2010
eta Urte berri on
Todos hacen sus listas de propósitos para el 2010, esos como dejar de fumar, ir al gimnasio, beber menos, centrarse en los estudios…
Exacto, esos que no se cumplen nunca.
Yo, en cambio, haré mi lista de peticiones al nuevo año:
1-Risas, y en cantidades industriales.
2-Volver a lo que fuimos, sin dejar de avanzar.
3-Un poquito más de responsabilidad (esta me la pido más bien a mí).
4-Que haya buenos momentos, pero también algún que otro malo. No quiero ablandarme demasiado.
5-Seguridad y confianza en mí mismo.
6-Alguna tarde de café con baileys, de esas que ya no se celebran.
7-Imitación de sucedáneo de copia del amor (roce).
8-Madurar. Mucho.
9-Enraizarme. Asentarme. Conocerme.
10-Transparencia.
11-Salud.
12-Y sobre todo, sueños =)
Espero no ser demasiado egoísta.
Y me da igual no ser original y que todo el mundo haga este tipo de cosas :D
http://www.youtube.com/watch?v=OwaJbj1I_f4